sábado, 7 de enero de 2017

Los otros comienzos

El fútbol a veces se parece a la piedra que cargaba Sísifo. Subimos y creemos que vamos a tocar el cielo cuando de repente volvemos a estar en la parte de abajo, comenzando de nuevo o alzando la mirada de vez en cuando para recordar los buenos tiempos de las alturas con esa nostalgia que a veces se vuelve grotescamente lastimera. Esa piedra es como la vida misma. La contó Albert Camus metafóricamente, el mismo escritor que decía que todo lo que sabía de los hombres lo había aprendido en el fútbol. También cuando estamos arriba miramos temerosos hacia el abismo. Siempre andamos subiendo y bajando, en la vida y en el fútbol. Por eso comenzamos la temporada varias veces cada año, cuando acaba o empieza una racha, cuando jugamos el primer partido del calendario y también cuando regresamos a la Liga después de las navidades. Hoy volvíamos a esa Liga, y además a la nuestra, a la que mantenemos los equipos que, más allá de las propuestas de juego, tenemos como primera misión mantener la categoría. Llegaba el Sporting de Gijón, y lo hacía en un momento extraño, derrotados en casa después de mucho tiempo en el partido de Copa, y en una especie de tierra de nadie en donde no sabíamos si mirar, como quien cargaba esa piedra de la mitología griega, hacia arriba o hacia abajo.
Camus comienza el ensayo sobre el mito de Sísifo con una cita de Píndaro: “No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible.” En el fútbol tampoco habrá nadie inmortal aunque algunos endiosados se crean eternos por golpear un trozo de cuero unas cuantas tardes cada año. No lo será nadie, pero sí queremos, cuando nos sentamos a ver un partido, que los jugadores agoten toda su creatividad y que no escatimen esfuerzos en el ámbito de lo posible. Había mucho viento, como si Eolo, por seguir con la mitología, también quisiera echar abajo la piedra de Sísifo; pero Las Palmas tiene un jugador en estado de gracia, un genio futbolero llamado Jonathan Viera. El jugador grancanario está cada día más valeronizado, sabiendo lo que hace en cada jugada, tomando decisiones coherentes, pero sin dejar nunca de sorprendernos con la magia. Hay muchas diferencias entre Valerón y Viera, pero los dos se están pareciendo en esa estela de magia y deslumbramiento que deja el balón cuando pasa junto a ellos. Ganamos uno a cero, y lo paradójico es que no logramos que el balón tocara las redes de la portería contraria; pero llega un momento en que hasta la suerte o los imposibles se tienen que poner de parte de quienes proponen belleza todo el rato. Y luego está el compromiso y la fidelidad al estilo, esa valentía de Setién al sacar en el minuto ochenta y ocho de partido a un delantero centro. Casi todos los entrenadores, ganando solo por un gol a cero y faltando lo que faltaba, hubieran optado por un defensa o por un centrocampista de contención; pero no Setién, nunca Setién. Tampoco habría muchos equipos que combinaran como lo hicieron Viera y Momo ya en el tiempo de descuento, jugando como si ganaran cinco a cero. Esa es la grandeza de la actual Unión Deportiva, su valentía y su confianza en que lo bello siempre termina triunfando, lo bello y todo ese talento que atesora un equipo que comienza el nuevo año ganando una de esas finales que pueden determinar casi toda la temporada. No llegamos a sentir el escalofrío que deja el balón cuando toca la red de la portería contraria; pero todos intuimos que de ahora en adelante vamos a disfrutar mucho más de la Unión Deportiva. Esa distancia del abismo hace que por fin podamos mirar hacia arriba sin ningún complejo y sin ese miedo a que se nos caiga la piedra. Este Sísifo amarillo sigue subiendo y asentándose cerca de las estrellas.


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