martes, 10 de enero de 2017

Naufragios sin importancia

Los náufragos sueñan con orillas hasta el último momento. Nosotros éramos náufragos en la Copa desde el segundo gol del Atlético de Madrid en el Gran Canaria, pero algunos, entre los que me cuento, todavía confiábamos en esa orilla milagrosa para seguir sobreviviendo. Ya comenté el otro día que nos había tocado el peor rival que concibo para una eliminatoria a doble partido. Si hubiéramos jugado una final no habría sido tan pesimista, pero el equipo de Simeone sabe navegar como nadie en esos mares extraños de las eliminatorias coperas, ahogando al rival, descomponiéndolo con dos o tres zarpazos y no dejándole nadar nunca como sabe o como desea.
Hace unas semanas, un hombre se salvó de morir ahogado frente al Confital porque no luchó contra las mareas e hizo el Cristo durante muchas horas, dejándose llevar por la corriente hasta que lo encontraron cuando casi lo daban por desaparecido. En esa postrera visita al Calderón algunos confiábamos en que dejándonos llevar por la corriente del partido pudiéramos marcar un primer gol que pusiera nervioso al equipo madrileño, y luego otro aprovechando esos momentos de desconcierto después de que sucede algo que no esperas. Antes de los encuentros valen todos los sueños y todas las cábalas. Ya luego, a medida que se desarrolla el partido, vamos asumiendo lo que sucede con la misma naturalidad que asumimos la aventura de nuestros propios días. Lo primero era la Liga, y salió bien lo que planteó Setién después de haberle ganado al Sporting. La pena es que ese primer partido de Copa no hubiera llegado después de esa final con el equipo asturiano. Creo que la historia se hubiera escrito de otra manera, pero la historia es la que es, así la escriba Agamenón o su porquero. Y no marcamos dos sino tres goles, pero ellos cumplieron con su practicidad y nos metieron dos a nosotros. Lo bueno es que dejamos una victoria en ese palmarés postrero del Calderón.
En la Liga estamos donde soñábamos desde hacía años. Ahora visitaremos el Nou Camp. Hacía años que no acudíamos al estadio azulgrana sabiendo que podemos dar la campanada. Será difícil porque allí juega ese dios del fútbol llamado Messi; pero los náufragos a veces tienen más vidas que los gatos y volvemos a soñar en la misma orilla dos días después de que nos arrastrara la corriente. Sigo soñando con poder disfrutar algún día del ambiente de esa final de Copa que viví en la distancia en 1978. También querría ver otra vez a Las Palmas jugando en Europa, y además con una alineación integrada mayoritariamente por jugadores canteranos. Los sueños se cambian varias veces a lo largo del camino. Yo cambio el sueño copero por el de Europa. Y por supuesto que me olvido de los naufragios que solo quedaron en un susto o en una anécdota. Lo de esta eliminatoria de Copa no tiene importancia. La importancia vuelve el próximo sábado ante la mirada de millones de espectadores de todo el planeta.

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