miércoles, 26 de abril de 2017

La caraja y la debacle

La motivación es siempre individual, y es la suma de individualidades motivadas la que termina haciendo un equipo. Se habla de equipos sin alma cuando se arrastran por el campo. La vida es insulsa sin una motivación que nos despabile desde que salimos de la cama. A veces no hay que buscarla en los grandes retos. En el fútbol sucede lo mismo, por ello ese mantra de partido a partido que propone Simeone es al final el único camino de sabiduría futbolera que conozco. Los jugadores de Las Palmas estuvieron en el partido de Butarque hasta que Javi Varas y luego Hélder Lopes cometieron errores de infantiles, fallos de concentración y de conceptos, una vez más, y ya van tantas que escuecen las heridas que aún no habían cicatrizado. Y ya más tarde llegó el enésimo error arbitral en contra nuestra y nos llevó a la debacle, a esa caraja de la que un día habló Setién, a una vergüenza más fuera de casa. Leganés fue una fiesta, como aquel París de Hemingway y nosotros, la verdad, no sabíamos hacia dónde mirar para no sentir esa impotencia que nos lleva derrotando fuera de casa desde agosto del año pasado.
Quedan encuentros de esos que marcan la historia si los protagonistas se llegan a creer esos sueños de los que hablaba al principio. Quisiera que todos los jugadores de Las Palmas, sobre todo los canteranos, viajaran en el tiempo y se recordaran con diez o doce años cuando soñaban con jugar en la Unión Deportiva y, sobre todo, cuando Primera División parecía una utopía inalcanzable. Ahora juegan en Primera y lo hacen en Las Palmas, y dentro de poco recibirán en casa al Atlético de Madrid o al Barcelona. Si yo hubiera cumplido un sueño como ese saldría al campo como si me fuera la vida en ello, porque al final los sueños son los verdaderos motivadores de nuestros días y de nuestras noches. Así espero que sea en los próximos partidos. Que salgan al campo vestidos con el recuerdo de aquellos sueños de grandeza futbolera que ahora tienen la suerte de protagonizar en el campo, en ese césped que casi todos los demás soñamos desde la distancia como si fuéramos cada uno de ellos. El partido de Butarque tenemos que olvidarlo cuanto antes. Vivimos cinco minutos infernales. La vida, cantaba Víctor Jara, puede ser eterna en cinco minutos; pero también, si se citan todos los desastres, se convierte en una pesadilla insoportable. Eso fue lo que pasó en Leganés. Cinco minutos de caraja y toda una segunda parte de debacle.


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